CAPÍTULO II. EL PRIMER AMOR
La propia estima no puede ser verificada por los demás. Tú vales porque tú dices que es así. Si dependes de los demás para valorarte, esta valorización estará hecha por los demás.
Puede ser que tengas una enfermedad social, una enfermedad que no se pueda curar con una simple inyección. Es muy probable que te haya infestado el virus del desprecio a ti mismo; y el único remedio conocido para esto es una buena dosis masiva de amor propio, o amor a ti mismo. Pero quizá, como mucha gente en nuestra sociedad, tú has crecido con la idea de que está mal amarse a sí mismo. Piensa en los demás, nos dice la sociedad. Ama a tu prójimo, nos predica la Iglesia. Lo que nadie parece recordar es lo de ámate a ti mismo, y sin embargo es eso precisamente lo que vas a tener que aprender para lograr tu felicidad en el momento-presente.
De niño aprendiste que amarte a ti mismo, algo natural en aquel entonces, era lo mismo que ser egoísta y consentido. Aprendiste a pensar en los demás antes que en ti mismo, a darles mayor importancia porque de esa manera demostrabas que eras una "buena" persona. Aprendiste a anularte y te alimentaron con conceptos como el de "debes compartir tus cosas con tus primos". No importaba que fueran las cosas que más querías, tus tesoros personales, o que ni papá ni mamá pudieran no estar compartiendo sus juguetes de adultos con los demás. Incluso puede que te hayan dicho a menudo que "los niños callan cuando hablan los adultos" y que "debes saber cuál es tu lugar".
Los niños se consideran hermosos e importantes por naturaleza, pero al llegar a la adolescencia los mensajes de la sociedad ya han echado raíces. La desconfianza en sí mismos está en pleno apogeo. Y con el pasar de los años esta sensación recibe constantemente refuerzos. Después de todo no debes andar por el mundo amándote a ti mismo. ¡Qué pensarán de ti los demás!
Las indirectas son sutiles y la intención que las alienta no es mala, pero logran mantener a raya al individuo. Empezando con los padres y la familia y siguiendo con el colegio y los amigos, el niño aprende estos encantadores modales sociales que son como la marca de ley del mundo de los adultos. Los niños nunca actúan así entre ellos a menos que sea para darles gusto a los mayores. Que digan siempre por favor y gracias, que hagan una venia, que se levanten cuando entra un adulto en la habitación, que pidan permiso para levantarse de la mesa, que aguanten las eternas caricias en las mejillas y las sobadas de cabeza de los adultos. El mensaje es muy claro: los adultos son importantes; los niños no cuentan. Los demás tienen importancia; tú eres insignificante. No te fíes de tu propia opinión era el corolario número uno, y había un enorme paquete de refuerzos que venían bajo el título de "buena educación". Estas reglas encubiertas por la palabra "modales" te ayudaban a internalizar los juicios de los demás a expensas de tus propios valores. No es sorprendente pues que estas mismas preguntas y dudas, estas mismas definiciones que te niegan como persona persistan en la madurez. ¿Y cómo logran introducirse estas dudas de uno mismo? Quizá tengas problemas en el importante tema de amar al prójimo.
Pero el amor a los demás está relacionado directamente con el amor que te tienes a ti mismo.
EL AMOR: SUGERENCIAS PARA UNA DEFINICIÓN
El amor es una palabra que tiene tantas definiciones como personas hay para definirlo. Prueba ésta a ver cómo te va. La capacidad y la buena disposición para permitir que los seres queridos sean lo que ellos elijan para si mismos, sin insistir en que hagan lo que a ti te satisficiera o te gustase. Puede que ésta sea una definición practicable pero el hecho es que muy pocas personas son capaces de adoptarla para sí mismos. ¿Cómo puede llegarse al punto de poder dejar que los demás sean como quieren y eligen ser sin insistir para que se pongan a la altura de lo que esperas de ellos?
Muy sencillo. Amándote a ti mismo. Sintiendo que eres importante, hermoso y que vales mucho. Cuando hayas reconocido lo que vales y lo bueno que eres no tendrás necesidad de que los demás apoyen y refuercen tu valor y tus valores ajustando su conducta a tus instrucciones. Si estás seguro de ti mismo y tienes confianza en lo que piensas, no querrás ni necesitarás que los demás sean como tú. En primer lugar, tú eres un ser único. Por otro lado eso los privaría de su individualidad, y lo que te gusta en ellos son precisamente esos rasgos que los diferencian y hacen que sean lo que son.
La cosa empieza a armarse. Logras amarte a ti mismo y de pronto eres capaz de amar a los demás, y eres capaz de hacer cosas por los demás al poder dar y hacer cosas para ti mismo primero que nada. Así no tendrás necesidad de artimañas para amar y dar. No lo harás porque esperas retribución o gratitud sino por el auténtico placer que sientes al ser generoso y amante.
Si tu ser no vale nada, o no es amado por ti, entonces es imposible dar.
¿Cómo puedes dar amor si no vales nada? ¿Qué valor tendría tu amor?
Y si no puedes dar amor, tampoco puedes recibirlo. Después de todo, ¿qué valor puede tener el amor que se le da a una persona que no vale nada? El estar enamorado, el poder dar y recibir, todas esas cosas empiezan con un ser que es capaz de amarse totalmente a sí mismo.
Toma por ejemplo el caso de Noah, un hombre maduro que pretendía amar tiernamente a su mujer y a sus hijos. Para demostrarles su cariño les compraba regalos caros, les costeaba vacaciones lujosas y tenía buen cuidado, cuando se ausentaba en viajes de negocios, de firmar siempre sus cartas con la palabra "amor". Sin embargo Noah nunca lograba decir a su mujer y a sus hijos que los amaba. Y tenía el mismo problema con sus padres a quienes quería mucho también. Noah quería pronunciar las palabras que a menudo le pasaban por la cabeza y sin embargo se atoraba cada vez que trataba de decir "Te amo".
En la mente de Noah las palabras "Yo te amo" lo dejaban al descubierto. Si él decía "Yo te amo" alguien tenía que contestar "Yo también te amo, Noah". Su declaración de amor tiene que encontrarse con una afirmación de su propio valor personal. El decir esas palabras implicaba un riesgo demasiado grande para Noah, porque podrían quedar sin respuesta y entonces todo su valor se ponía en duda. Si, por otro lado, Noah pudiese empezar con la premisa de que él era amable o querido, no tendría ninguna dificultad en decir "Yo te amo, o "Yo te quiero". Y si no le respondían con el deseado "Yo también te amo, Noah", él vería que eso nada tiene que ver con su propia autovaloración puesto que ésta estaba intacta desde antes de que siquiera empezara a hablar. Si su amor era correspondido, era problema de su esposa, o de quien sea que Noah amara en ese momento. Podría ser que él deseara el amor de la otra persona, pero éste no sería indispensable para su autovaloración.
Puedes desafiar todos tus sentimientos de acuerdo a tu habilidad de amarte a ti mismo. Recuerda siempre que en ningún momento y en ninguna circunstancia es más sano odiarse a sí mismo que amarse a sí mismo. Incluso si te has portado de alguna manera que te desagrada, odiarte a ti mismo sólo te llevará a inmovilizarte y a perjudicarte. Y en vez de odiarte a ti mismo, trata de tener sentimientos positivos. Que la equivocación o el error te sirvan de lección; haz el propósito de no repetirlos pero no los asocies con tu autoestima o autovaloración.
He aquí el meollo tanto del amor a uno mismo como a los demás. No confundas nunca tu propio valor (que es un valor dado) con tu comportamiento o con el comportamiento de los demás hacia tu persona. Y, lo repito, no es fácil. Los mensajes que nos manda la sociedad son abrumadores. "Eres un niño malo", en vez de "Te portaste mal". "Mamá no te quiere cuando te comportas de esta manera", en vez de "A mamá no le gusta cómo te portas". Las conclusiones que sacas de este tipo de mensajes son:
"Ella no me quiere, debo ser un desastre" en vez de "no le gusto a mamá.
Ésa es su decisión; y aunque no me gusta que así sea, sigo creyendo que soy importante. En su libro "Knots" (Nudos) el doctor R. D. Laing resume el proceso de internalización de los pensamientos de los demás para equipararlo con la propia autoestima.
Mi madre me ama. Yo me siento bien.
Yo me siento bien porque ella me ama.
Mi madre no me ama. Yo me siento mal.
Yo me siento mal porque ella no me ama.
Yo soy malo porque me siento mal. Yo me siento mal porque soy malo. Yo soy malo porque ella no me ama. Ella no me ama porque yo soy malo.
No es fácil deshacerse de los hábitos de la niñez. Es muy posible que la imagen de ti mismo se base todavía en las opiniones de los demás. Si bien es cierto que tus primeras ideas respecto a ti mismo las aprendistes de la opinión de los adultos, no es cierto que tengas que cargar con ellas para siempre. Sí, es difícil desligarse de las viejas cadenas y limpiar las heridas abiertas, pero es aún más difícil aferrarse a ellas si uno considera las consecuencias que esto implica. Con un poco de práctica y entrenamiento mental, podrás hacer unas elecciones de amor a ti mismo que te sorprenderán.
¿Quiénes son las personas que aman con facilidad? Son acaso las personas que tienen un comportamiento autodestructivo? No, jamás. ¿Son las que se humillan y se esconden en un rincón? No, por cierto. El volverse eficiente, el lograr dar y recibir amor eficazmente empieza en casa por uno mismo, con el propósito de terminar con los comportamientos emanados de la baja valoración de sí mismo que se han convertido en una costumbre y en una manera de vivir.
SINTONIZANDO LA ONDA DE LA AUTOACEPTACIÓN
Lo primero que tienes que hacer es destruir el mito de que se tiene un solo concepto de sí mismo y que éste es positivo o negativo permanentemente. Se tienen muchas imágenes de sí mismo y éstas varían de un momento a otro. Si te preguntaran "¿Te gustas a ti mismo?", podría ser que contestaras con un "No" colectivo después de amontonar todos tus pensamientos negativos sobre ti mismo. El romper las áreas de lo que no te gusta para catalogarlas en zonas específicas, logrará dirigir tus esfuerzos hacia unas metas definitivas. Tienes diversas opiniones respecto a ti mismo, desde un punto de vista físico, intelectual, social o emocional.
Tienes tu propia opinión respecto a tu talento para la música, el deporte, el arte, las tareas mecánicas, la literatura y demás. Tus autorretratos son tan numerosos como lo son tus actividades, y a través de todos estos comportamientos siempre estás TU, la persona que aceptas o rechazas. Tu autoestima, esa sombra amable siempre presente, tu consejera para tu felicidad personal y para el dominio de ti mismo no debe estar en relación directa con tu autovaloración. Tú existes. Tú eres un ser humano. Eso es todo lo que necesitas.
Tú eres quien determina lo que vales sin necesidad de dar explicaciones a nadie. Y tu propio valor que es un hecho en sí no tiene nada que ver con tu comportamiento ni con tus sentimientos. Puede ser que no te guste como te has portado en un momento dado, pero eso nada tiene que ver con tu autovaloración. Tú puedes escoger el ser valioso para contigo mismo para siempre, y de ahí emprender la tarea de elaborar tus imágenes de ti mismo.
EL AMOR AL CUERPO
Todo empieza con tu yo físico. ¿Te gusta tu cuerpo? Si has contestado que no, trata de dividir esta respuesta en diferentes partes. Haz una lista de las cosas que no te gustan. Empezando por arriba: tu cabello, tu frente, tus ojos, párpados, mejillas. ¿Te gustan tus ojos, tu nariz, dientes y cuello? Y ¿qué pasa con tus brazos, dedos, pecho y estómago? Haz una lista larga. Incluye también tus órganos interiores. Tus riñones, el bazo, las arterias y el fémur. Ahora piensa en los oscuros ingredientes que te componen. ¿Qué piensas de tu Cisura de Merlando, de tu zona coclear, de tu úvula, de tus glándulas adrenales y de tu pabellón auditivo externo? Tienes que hacer una lista larga y completa. No es que tengas buen cuerpo; tú eres tu cuerpo; y el que no te guste significa que no te aceptas a ti mismo como ser humano.
Puede que tengas algunos rasgos físicos que te desagraden. Si son partes de tu cuerpo que pueden ser modificadas, haz que cambiarlas sea una de tus metas. Si tu barriga es demasiado grande o tu pelo de un color que no te sienta bien, puedes considerarlos como elecciones hechas en anteriores momentos-presentes, y puedes hacer nuevas decisiones apropiadas a este momento-presente. Esas partes que desapruebas y que no pueden ser modificadas (piernas demasiado largas, ojos demasiado estrechos, pechos demasiado pequeños o demasiado grandes) pueden ser vistos bajo una óptica diferente. Nada es demasiado nada y las piernas largas no son ni mejor ni peor que pelo o no pelo. Lo que tú has hecho es aceptar la definición de la sociedad contemporánea respecto a la belleza. No dejes que los demás te dicten lo que te resulta atractivo a ti. Decide que te agrada tu yo físico y que es valioso y atractivo para tu modo de ver, para ti, rechazando las comparaciones y las opiniones de los demás. Tú puedes decidir lo que es agradable y de tu gusto; y hacer que la falta de aceptación de ti mismo sea una cosa del pasado.
Eres un ser humano. Los seres humanos tienen ciertos olores, hacen ciertos ruidos y tienen pelos en ciertas partes. Pero la sociedad y la industria nos envían mensajes constantemente respecto a la condición física del ser humano. Avergüéncese de estas características, nos dicen. Aprenda a disfrazar el comportamiento, especialmente si disimula su verdadero yo con nuestro producto. ¡No se acepte a sí mismo tal como es y esconda su verdadero yo!
No se puede estar ante la televisión ni una hora sin recibir este tipo de mensajes. Los anuncios que te bombardean a diario te informan sobre lo mal que huelen tu boca, tus axilas, tus pies, tu piel e incluso tus órganos genitales. "Use nuestro producto y siéntase nuevamente como un ser real y natural. Así desodorizas todos los orificios de tu cuerpo con el producto perfumado apropiado, porque no aceptas esa parte de ti mismo que existe en todos los seres humanos.
Yo sé de un hombre de treinta y dos años, llamado Frank, que ha aprendido a rechazar todas sus funciones corporales y a considerarlas como innombrables y asquerosas. Frank es compulsivamente limpio en todo lo que respecta a su cuerpo hasta tal punto que se siente ' incómodo cuando suda, y espera que su mujer y sus hijos se comporten de la misma manera. Corre a la ducha para librarse de cualquier olor que pueda resultar ofensivo, después de haber cortado la hierba o jugado una partida de tenis. Y además él y su mujer no pueden tener relaciones sexuales si no se han duchado antes y después de hacer el amor. No puede tolerar sus propios olores corporales ni tampoco vivir con alguien que se acepte más a sí mismo. Frank vaporiza con perfumes especiales su cuarto de baño, usa una multitud de cosméticos y productos de tocador para siempre tener buen olor, y se preocupa de que los demás no lo quieran o no lo acepten cuando se humaniza y empieza a oler como un ser humano. Frank ha aprendido a rechazar sus olores y sus funciones corporales naturales. Él ha adoptado actitudes que reflejan un autorrechazo personal al sentirse avergonzado u obligado a dar excusas cuando permite a su cuerpo funcionar con naturalidad. Pero un ser humano implica tener muchos olores naturales, y la persona que está trabajando para aceptarse a sí misma y para amarse a sí misma no debe sentirse ofendida ni molesta por sus características naturales. En realidad, si Frank fuese completamente honrado respecto a su persona, y borrase todos los mensajes aprendidos que lo llevaron a un rechazo de sí mismo, podría incluso reconocer que disfruta de su propio cuerpo y de todos esos olores, gloriosos olores, que el cuerpo es capaz de producir. Y si no quiere compartir esos olores con los demás, podría por lo menos ser capaz de aceptarlos en sí mismo, decirse a sí mismo que a él, en realidad, le gustan, y no sentir vergüenza ante los demás.
El aceptarse a sí mismo implica la aceptación del yo físico y la posibilidad de disfrutar del mismo, eliminando las imposiciones sociales y culturales que te obligan a ser limpio o simplemente a tolerar el propio cuerpo cuando se comporta de una manera natural anticosmética. Esto no quiere decir que tengas que andar haciendo ostentación de tus olores y de tu persona, pero sí quiere decir que puedes aprender a gozar de ser tú mismo.
Muchas mujeres han aceptado estos mensajes socioculturales y se comportan como se supone que tienen que comportarse cuando se trata de sus propios cuerpos. Aféitese las piernas y las axilas, desodorícese completamente, aromatice su cuerpo con perfumes manufacturados, no naturales, esterilícese la boca, maquíllese los ojos, labios, mejillas, ponga rellenos falsos en sus sujetadores, vaporice sus genitales con un perfume apropiado y falsifíquese las uñas. Dentro de todo esto va implícita la idea de que hay algo desagradable en el yo natural, en el yo esencial y humano y que la única manera de ser atractiva es siendo artificial. Esto es lo más triste: el producto terminado es un yo falso que toma el lugar de tu yo natural que es el que llevas contigo por donde vayas durante la mayor parte de tu vida. Se te está impulsando a rechazar tu hermoso yo. El que los anunciadores te estimulen a hacer esto es comprensible en vista a las ganancias que logran, pero el que tú compres los productos es menos comprensible puesto que estás escogiendo desechar a tu yo real y verdadero. Y tú puedes dejar de ocultar y esconder tu yo hermoso y natural. De modo que si escoges usar cualquier ayuda cosmética, no lo hagas porque no te gusta lo que estás ocultando, sino por motivos de realización personal o para disfrutar de algo nuevo. El ser honrado contigo mismo en este campo no es fácil, y lleva su tiempo aprender a distinguir entre lo que realmente nos gusta y lo que la industria cosmética dice que debe gustarnos.
LA ELECCIÓN DE LAS IMÁGENES MAS POSITIVAS DE UNO MISMO
Es posible hacer el mismo tipo de elecciones con todas las imágenes que tienes de ti mismo. Puedes elegir considerarte una persona inteligente aplicándote a ti mismo tus propias normas. En efecto, mientras más feliz te haces a ti mismo, más inteligente eres. Si hay áreas en las que fallas o funcionas deficientemente como en álgebra, ortografía o redacción, éste es simplemente el resultado natural de las elecciones que has estado haciendo hasta ahora. Si te decidieras a dedicar más tiempo a la práctica de cualquiera de estas tareas, no hay duda que llegarías a hacerlas mejor. Si la imagen de ti mismo es la de una persona no demasiado inteligente, acuérdate de lo que dijimos respecto a la inteligencia en el Capítulo 1.
Si te subestimas, es porque has adquirido esa noción y te comparas con otros en cierto tipo de variables relacionadas con categorías académicas o escolares.
Sin duda esto te sorprenderá, pero puedes escoger ser tan inteligente como quieras. La capacidad es realmente una cuestión de tiempo, más que una cualidad innata. Un hecho que apoya esta declaración es el de las normas para clasificar los tests de aptitud escolar. Estas normas demuestran que las puntuaciones logradas por los mejores alumnos de un nivel dado, son alcanzadas por la mayoría de los alumnos de los niveles posteriores. Otros estudios demuestran que aunque la mayoría de los alumnos logran dominar ciertas tareas aprendidas, algunos lo hacen más pronto que los otros. Sin embargo la etiqueta "deficiente" e incluso "retardado" se aplica a menudo a los que avanzan más lentamente hacia el logro de un completo dominio en cualquier campo que sea. Escuchemos a John Carroll cuando habla al respecto en su artículo "Un Modelo para el Aprendizaje Escolar" que aparece en Teachers College Record:
La aptitud es el tiempo requerido por un estudiante para dominar una disciplina. Está implícita en esta formulación el supuesto de que dado el tiempo suficiente, todos los estudiantes podrán llegar a dominar una disciplina determinada.
Con suficiente tiempo y esfuerzo podrías, si así lo decidieras y eligieras hacerlo, dominar casi cualquier disciplina académica. Pero no haces esa elección y tienes muy buenos motivos para no hacerla. ¿Con qué fin aplicarías energías de tu momento presente para resolver oscuros problemas o aprender algo que realmente no te interesa? Ser feliz, vivir efectiva y eficientemente y amar son metas mejores y más importantes. Se trata de demostrar que la inteligencia no es algo que has heredado o que te ha sido otorgado. Tú eres tan inteligente como decidas serlo. El que no te guste lo inteligente que has escogido ser es simplemente una forma de subestimar, de despreciarse a sí mismo, que sólo puede tener consecuencias perjudiciales para tu propia vida.
La lógica de poder escoger tus autorretratos es aplicable a todas las fotografías de ti mismo que almacenas en tu mente. Tu comportamiento social es tan apropiado como tú eliges que sea. Si no te gusta como te comportas socialmente, puedes tratar de cambiar sin confundir tu comportamiento con tu propia autovalorización. Al mismo tiempo, tu talento, ya sea artístico, mecánico, atlético, musical, etcétera, es en gran parte el resultado de elecciones que ya has hecho y no se debe confundir con lo que es tu valor personal. (Ver el Capítulo 4 donde se tratan amplia y detalladamente las descripciones que haces de ti mismo y del porqué las has escogido.) Con el mismo enfoque, el capítulo precedente trató de demostrar que tu vida emocional era el resultado de lo que tú habías elegido. El aceptarte a ti mismo en base a lo que tú consideras que es lo apropiado para ti es algo que puedes decidir hacer ahora mismo. El reparar o modificar aquellas cosas que no están a la altura de lo que quieres, puede llegar a ser una ocupación encantadora, y no hay motivo para que elijas sentirte inapropiado o indigno, simplemente porque hay cosas en ti mismo que has decidido mejorar.
El disgusto con uno mismo puede tomar muchas formas y quizá tú mantienes un comportamiento de subestima de ti mismo. He aquí una breve lista de comportamientos típicos de autosubestimación que entran en la categoría del autoveto:
Rechazar los cumplidos que recibes ("Oh, no es nada... En realidad no soy inteligente; simplemente tengo buena suerte,...).
Inventar excusas para explicar por qué te ves bien ("Gracias a mi peluquera, ella es capaz de hacer que una rana parezca una belleza"... "Créeme, es gracias a mi guardarropa"... "El verde es mi color").
- Darle el crédito a los demás cuando en realidad tú te lo mereces ("Gracias a Miguel, sin él yo no sería nada"... "Marie hizo todo el trabajo; yo sólo la supervisé").
- Usando referencias a otras personas cuando hablas ("Mi marido dice"... "A mamá le parece"... "Jorge me dice siempre que"...).
- Apoyar tus opiniones en los demás ("No es cierto que así es esto, querido?",... "Eso fue lo que dije, no es cierto, Marta?"... "Pregúntenle a mi marido, él se lo dirá"...).
- Negarte a pedir algo que te gusta, no porque pienses que no te lo puedes permitir (aunque éste puede ser el motivo que alegues para no hacerlo), sino porque piensas que no te lo mereces.
- No tener orgasmos.
- No comprarte algo porque piensas que lo tienes que comprar para otra persona, aunque no sea necesario este sacrificio, o no comprarte las cosas que te gustaría tener porque piensas que no las mereces.
- Evitar darte gustos como por ejemplo flores, vino o lo que sea, que te encantan porque consideras que es un despilfarro.
- En una habitación llena de gente cuando alguien llama en voz alta diciendo "Oye, tontuelo, miras a la persona dándote por aludido"
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- El usar motes con implicaciones peyorativas para referirte a ti mismo (y hacer que los demás también los usen).
- Un amigo o un amante te regala una joya. Inmediatamente te pasa por la cabeza un pensamiento de este tipo... "Debes tener un cajón lleno de joyas en tu casa para regalar a las otras chicas".
- Alguien te dice que te ves muy bien. La frase que se forma en la cabeza es: "Eres completamente ciego, o estás tratando de hacerme sentir bien".
- Alguien te lleva a un restaurante o un teatro. Tú piensas: "Así es siempre al principio, pero ¿cuánto durará cuando descubra qué tipo de persona soy realmente?".
- Una chica acepta una invitación para salir contigo y tú piensas que lo hace por un sentimiento caritativo.
Una vez trabajé con una mujer joven bastante atractiva que tenía mucho éxito con los hombres. Su nombre era Shirley y siempre decía que todas sus relaciones acababan mal, y que aunque deseaba casarse desesperadamente, nunca había tenido la oportunidad de hacerlo. Durante su tratamiento llegamos a la conclusión de que era ella misma la que estropeaba sus relaciones sin darse cuenta. Si algún joven le decía que la quería, el pensamiento de Shirley inmediatamente lo contradecía, "él dice eso sólo porque sabe que es lo que yo quiero oír". Shirley estaba a la pesca de la frase que la subestimaría.
No sentía amor por sí misma y rechazaba los esfuerzos que hacían los demás por quererla. Creía que nadie la podía encontrar atractiva. ¿Por qué? En primer lugar porque no creía que merecía ser amada. Y así un interminable ciclo de renunciaciones era su manera de reforzar la pobre idea que tenía de sí misma.
Aunque muchos de los conceptos que aparecen en la lista pueden parecer mezquinos o pequeños, son sin embargo como pequeños síntomas de autodesprecio. Si te sacrificas por los demás o rehúsas mimarte a ti mismo, tal como podría ser en el caso que escojas una hamburguesa en vez del buen solomillo que te apetece, puede que lo hagas porque piensas que no mereces el mejor trozo de carne. Quizá te han enseñado que la buena educación requiere que rechaces los cumplidos o simplemente que no eres atractiva.
Éstas son las lecciones que has aprendido y el sacrificarte por los demás, el anularte, se han convertido para ti en una segunda naturaleza. Hay muchos ejemplos de comportamiento autofrustrante que salen a la superficie en las conversaciones y en la conducta diarias. Y cada vez que te rebajas a ti mismo, de cualquier manera que sea, refuerzas los motes peyorativos que los demás te han colocado y disminuyes tus propias oportunidades de amar, ya sea amarte a ti mismo o a los demás. Ciertamente vales demasiado como para pasarte la vida disminuyéndote a ti mismo, humillándote.
ACEPTÁNDOSE A SI MISMO SIN CHISTAR
El amor propio, el amarse a sí mismo, implica aceptarse a sí mismo reconociéndose como un ser humano valioso y porque así lo decide uno mismo. Esta aceptación implica también una plenitud, una falta de protestas y quejas.La gente que funciona plenamente no protesta jamás, especialmente no protesta porque la calle tiene baches ni porque el cielo está muy nublado o el hielo demasiado frío. La aceptación implica no protestar o no quejarse, y la felicidad implica no protestar por lo que no tiene remedio o por lo que no hay nada que hacer. La protesta y la queja son el refugio de la gente que desconfía de sí misma. Contarle a los demás las cosas que no te gustan de ti mismo contribuye a que tú sigas insatisfecho, pues lo único que ellos no pueden hacer es negarlas, y entonces, tú no les crees. Así como lamentarse ante los demás es un acto inútil, aceptar que los demás abusen de ti cargándote con sus fardos Ilenos de problemas y autoconmiseración, tampoco ayuda a nadie. Una pregunta muy sencilla terminará generalmente con este comportamiento tan inútil como desagradable. "¿Por qué me estás contando esto?" o "¿ Hay algo que pueda hacer por ti para ayudarte a solucionar este problema?" Al hacerte a ti mismo esta pregunta, empezarás a darte cuenta de que la conducta de los lamentos es realmente una locura total. Es tiempo malgastado, tiempo que puede emplearse mejor practicando alguna actividad de autoestima como podría ser elogiarte un poco en silencio o ayudando a que otra persona pueda realizarse.
Hay dos instancias en las cuales la queja es la peor de tus posibilidades: 1) Cada vez que le dices a alguien que estás cansado, y 2) Cada vez que le dices a alguien que no te sientes bien. Si estás cansado, puedes hacer distintas cosas para remediarlo, pero quejarte aunque sea a una sola persona, peor aún si esta persona es uno de tus seres queridos, es un abuso de confianza. Y no hará que te sientas menos cansado. Y el mismo tipo de lógica se puede aplicar a tu "no me siento bien".
No hemos dicho nada aquí sobre los casos en los que comunicar a los demás de que no te sientes bien puede significar que éstos te ayuden de alguna manera por más pequeña que sea. De lo que hablamos aquí es de las quejas a los demás en los casos en que éstos no pueden hacer nada por nosotros, aparte de aguantar estos rezongos. Además, si realmente estás trabajando para aumentar tu amor por ti mismo, y sientes alguna molestia o dolor, querrás ocuparte tú mismo de esto, trabajar tú mismo con esto, en vez de elegir a alguien como apoyo y obligarle a compartir tu carga.
La lamentación de uno mismo es una actividad inútil que impide que vivas tu vida en forma positiva y eficiente. Te impulsa a tenerte pena a ti mismo e inmoviliza tus esfuerzos por dar y recibir amor. Más aún, disminuye tus oportunidades de mejorar tus relaciones afectivas y aumentar tus relaciones sociales. Y aunque logres atraer la atención de los demás sobre tu persona, lo lograrás de una manera que sin duda ensombrecerá tu propia felicidad.
La posibilidad de aceptarte a ti mismo sin protestar implica una comprensión amplia, tanto del proceso del amor por uno mismo como del proceso de elaboración de estas quejas y protestas dentro de nosotros mismos, que resultan ser términos mutuamente excluyentes. Si auténticamente te amas a ti mismo, entonces las quejas a los demás, que no pueden hacer nada por ti, se convierten en una actividad imposible de defender o justificar. Y si encuentras en ti mismo (y en los demás) cosas que te disgustan, en vez de quejarte puedes empezar inmediatamente a hacer lo necesario para corregir esa situación.
La próxima vez que te encuentres en una reunión social con otras parejas, puedes ensayar el ejercicio siguiente. Anota cuánto tiempo se ha empleado en conversaciones en que se lamentaban de algo. Ya sea de uno mismo, o de los demás, de cosas que pasan, los precios, la meteorología o cualquier otra cosa. Entonces, al finalizar la reunión, cuando todo el mundo se ha ido a su casa, pregúntate a ti mismo: "¿Qué se logró con la mayoría de las quejas y protestas que se hicieron esta noche?", "¿A quién le importan realmente las cosas de que nos lamentamos esta noche?". Entonces, la próxima vez que estés a punto de protestar o quejarte de algo, recuerda la inutilidad de aquella noche.
EL AMOR PROPIO Y LA SOBERBIA
Debes estar pensando que todas estas palabras sobre el amor a uno mismo implica un tipo de comportamiento detestable semejante a la egolatría. Nada puede estar más lejos de la verdad. El amor por uno mismo no tiene nada que ver con el tipo de comportamiento que se caracteriza por la insistencia en decirle a todo el mundo lo maravilloso que es uno. Ése no es amor a uno mismo sino más bien una forma de tratar de conseguir la atención y el aprecio de los demás. Es una actitud tan neurótica como la del individuo que está sobrecargado de desprecio por sí mismo. El comportamiento arrogante y jactancioso está motivado por el deseo de ganar el aprecio de los demás. Quiere decir que el individuo se valora a sí mismo en base a lo que los demás ven en él. De no ser así, no sentiría la necesidad de convencerlos. El amor a uno mismo quiere decir que te amas a ti mismo; no exiges el amor de los demás. No hay ninguna necesidad de convencer a los demás. Es suficiente contar con la propia aceptación interna. No tiene nada que ver con los puntos de vista de los demás.
LAS RETRIBUCIONES QUE TE BRINDA EL NO AMARTE A TI MISMO
¿Qué motivo puede tener un ser humano para elegir no amarse a sí mismo? ¿Qué ventajas puede tener? Los dividendos, por más malsanos que sean, existen y puedes examinarlos. Y lo más importante para aprender a ser una persona eficiente y positiva es comprender por qué te comportas de manera autofrustrante. Todo comportamiento tiene sus causas y el camino que lleva hacia la eliminación de cualquier tipo de comportamiento autodestructivo está lleno de baches provocados por la incomprensión de tus propias motivaciones. Cuando logres comprender el porqué de la maldad dirigida contra tu propia persona y los motivos de permanencia del sistema necesario para retener esa maldad, entonces podrás empezar a combatir estos comportamientos. Sin una verdadera comprensión de ti mismo, volverás a actuar como antes.
¿Por qué has elegido comprometerte con actitudes autodestructivas, por más insignificantes que te parezcan? Puede ser que te resulte más fácil aceptar lo que te dicen los demás que pensar por ti mismo. Pero hay también otros dividendos. Si escoges no amarte a ti mismo y tratarte a ti mismo como a un ser sin importancia colocando a otras personas por encima tuyo, lograrás...
- Tener una excusa interna para justificar el hecho de que no te amen en esta vida. Simplemente, no mereces que te amen. La excusa es la retribución neurótica.
- Poder evitar cualquiera y todos los riesgos que implica el establecimiento de relaciones afectivas con los demás, y eliminar de esta manera cualquier posibilidad, de ser rechazado o censurado.
- Encontrar que es más fácil seguir siendo así como eres. Mientras no valgas nada ni merezcas nada no tiene sentido que trates de crecer y desarrollarte o de ser mejor y más feliz; la retribución reside en seguir siendo el mismo.
- Conseguir que te tengan mucha lástima, te presten atención e incluso te aprueben, todo lo cual es un buen sustituto de la arriesgada empresa que implica comprometerse con una relación amorosa. De esta manera, la compasión y la atención son tus retribuciones autofrustrantes.
- Tener muchos chivos emisarios para culparte de tus propias desgracias. Así puedes quejarte y protestar sin necesidad de hacer nada al respecto.
- Ser capaz de pasar tus momentos presentes con minidepresiones y evitar el comportamiento que te ayudaría a ser diferente. La compasión a ti mismo te servirá de válvula de escape.
- Retroceder en el tiempo hasta convertirte en un niño bueno recurriendo a las reacciones infantiles, o sea a las que son del agrado de aquellos "mayores" que has aprendido a considerar como superiores a ti. Tu regresión es más segura que el riesgo del cambio.
- Ser capaz de reforzar el comportamiento de dependencia de los demás dándoles a ellos más importancia de la que te das a ti mismo. Un poste en el que apoyarse es ciertamente un dividendo aunque te resulte perjudicial.
- Ser incapaz de hacerte cargo de tu propia vida para vivirla como eliges vivirla, simplemente porque no sientes que eres digno de la felicidad que anhelas.
Éstos son los componentes del mantenimiento de tu sistema subestimativo. Son las razones que eliges para continuar aferrado a tus viejas maneras de pensar y actuar. Simplemente es más fácil, es decir, menos arriesgado echarte que tratar de elevarte. Pero recuerda, la única prueba verdadera de vida es el crecimiento, así es que la negativa a convertirse en una persona que se ama a sí misma es una elección que se asemeja a la muerte. Armado con estas percepciones interiores de tu propio comportamiento, puedes empezar a practicar algunos ejercicios mentales y físicos que impulsarán y apoyarán el desarrollo de tu amor a ti mismo.