¿Es posible ayudar a otros?
   

¿Es posible ayudar a otros?


"¿Quién dijo que todo está perdido?, yo vengo a ofrecer mi corazón". Así reza un verso de la popular canción del compositor argentino Fito Páez. A pesar de que parece que nadie quiere ya tender una mano amiga, mucha gente quiere ayudar a otros aunque no aparezca en la primera plana de ningún periódico o revista.

Todos tenemos esa necesidad de aportar nuestro granito de arena, pero no todos nos atrevemos. Algunas veces porque pensamos que somos los que estamos peor, otras veces porque nos hemos decepcionado con la respuesta de la gente a nuestra ayuda y otras porque simplemente no sabemos cómo ayudar a otros.

Ayudar a otros es un compromiso muy serio que inicia con examinarnos a nosotros mismos para ver lo mucho que podemos dar, no hay persona tan pobre que no tenga algo que dar a los demás, ni tan rica que no necesita ayuda algún día.

Este examen no acaba ahí, es necesario también analizar si realmente la o las otras personas necesitan lo que creemos que necesitan y luego lo más importante: el cómo.

¿Cómo ayudar a los otros?

La ayuda no es un negocio, por lo tanto ayudamos no para recibir algo a cambio, sino porque alguien necesita algo que podemos dar y lo damos con alegría. Debemos "olvidar lo que damos y recordar siempre lo que hemos recibido".

Ayudar debe siempre estar acompañado de educar, la persona a la que ayudamos debe aprender, si es posible, cómo hacer las cosas por su cuenta y no convertirse de ahí en adelante en un parásito nuestro ni de nadie más. Por eso dice el refrán: "dale a un hombre un pescado y se alimentará un día, enséñale a pescar y se alimentará toda la vida". Claro que hay que tomar en cuenta las limitaciones de cada quien porque hay personas que por su condición física necesitan de la ayuda permanente de los demás.

Sin embargo, a veces pareciera que las personas con limitaciones terminan superando a las personas "normales" porque es sorprendente ver las cosas que pueden hacer los ciegos, los sordomudos y las personas con falta de miembros como piernas y brazos.

Es por eso que la ayuda debe ser un compromiso, una exigencia. No para que nos retornen el favor, sino para que la persona se dé cuenta por si misma de su verdadero potencial.

¿Es siempre posible ayudar a otros?


Lamentablemente parece que no siempre esto es posible y esto por varias razones:

1. Los recursos con los que contamos cada uno no son siempre suficientes para ayudar a todos y en igual medida.

2. Nuestro nivel de preparación puede estar muy por debajo del que necesitamos para ayudar a los demás. Y esto es muy importante, porque, como dije anteriormente, nosotros también necesitamos ayuda y muchas veces en las cosas que pretendemos ayudar a otros. Lo más crítico de esto es que dividimos de tal manera los pocos recursos que tenemos para ayudar que terminamos todos agotados y peor que cuando empezamos.

3. A veces los otros aceptan nuestra ayuda por cortesía o por conveniencia pero realmente no quieren ser ayudados. Esto es muy triste pero pasa con mucha frecuencia que gente que se acostumbra a la caridad de los demás no quiera ser ayudada realmente por lo que necesitamos saber también a quién y cuándo ayudar. No se trata de contradecir el dicho "haz bien sin mirar a quien", se trata de que hacer el bien no significa andar por ahí buscando a quién hacerle el bien cuando probablemente tenemos a esa persona a nuestro lado esperando nuestra ayuda de verdad.

Creo que un excelente ejemplo de lo que es realmente ayudar a quién lo necesita y al mismo tiempo ser generosos y no esperar nada a cambio es la parábola del buen samaritano que utilizó Jesús para explicar quién era nuestro prójimo.

Cuando no observamos puntos tan elementales como estos, podemos frustrarnos, desencantarnos y peor aún, pensar que es mala idea ayudar a otros, ayudar está en nuestro código social, es parte del principio de la convivencia, sólo hay que discernir adecuadamente y no concentrarse en la cantidad de la ayuda sino en la raíz de la que procede en nuestro interior. Esta debe ser genuina y realmente desinteresada para que crezca como un árbol de frutos sanos y provechosos para nosotros y los demás.

Autor: Juan Dionicio Tavárez Soriano