Una persona  que vive en un estado de unidad con la Fuente de toda vida no aparenta ser  diferente de la gente corriente. Estas personas no lucen un halo ni se visten  con ropas especiales que anuncien sus cualidades divinas. Pero cuando notas que  van por la vida como los afortunados que parecen obtener todas las ventajas, y  te pones a hablar con ellos, te das cuenta de lo singulares que son comparados  con las personas que viven en los niveles ordinarios  de consciencia. Pasa  algunos momentos conversando con estas personas que ya están conectadas con el  poder de la intención y verás lo especiales que son.
Estas  personas, a quienes yo llamo conectadores para resaltar su armoniosa conexión  con el campo de la intención, son individuos que se han hecho a sí mismos disponibles  para el éxito. Es imposible encontrarlos en un estado de pesimismo con respecto  a la consecución de lo que desean para sus vidas. En vez de utilizar un  lenguaje indicador de que sus deseos no pueden materializarse, hablan desde una  convicción interior que comunica su simple y profundo conocimiento de que la  Fuente universal suministra todo.
Ellos no  dicen: “Con esta suerte que tengo, no puede ser que las cosas se arreglen”. En  lugar de eso, es mucho más probable oírles decir algo así como: “Planeo crear  esto y sé que funcionará”. No importa cuánto trates de disuadirles  advirtiéndoles acerca de todas las razones por las que su optimismo debería  mitigarse; ellos parecen estar felizmente ciegos a esas repercusiones  “realmente comprobadas”. Parece como si estuvieran en un mundo diferente, un  mundo en el que no pueden escuchar las razones por las que las cosas no van a  salir bien.
Si te  empeñas en hacer que hablen contigo de esta idea, sencillamente te dirán algo  así como: “Me niego a pensar que podría no suceder, porque yo atraeré  exactamente aquello en lo que piense, por eso sólo pienso en lo que sé que  sucederá”. No les importa lo que sucedió antes. No se relacionan con los  conceptos de fracaso o imposibilidad. Sin más alardes, a ellos no les afectan  las razones que haya para ser pesimistas. Se han hecho disponibles para el  éxito, y conocen y confían en una fuerza invisible que es omniprovidente. Están  tan bien conectados a la Fuente que todo lo provee que es como si tuvieran un  aura natural que impide que nada proveniente del exterior pueda debilitar su  conexión con la energía creadora del poder de la intención.
Los  conectadores no focalizan sus pensamientos en lo que no quieren porque,  como te explicarán, la Fuente de todo sólo puede responder como lo que es, que  no es otra cosa que abastecimiento infinito. No puede llevarte a pasar penurias  o escasez, ni a cosas que no funcionen, porque no es ninguna de esas cosas. Si  yo le digo a la Fuente de todas las cosas, "Esto probablemente no va a funcionar”,  recibiré de ella precisamente eso que le envié, de manera que será mejor que no  piense en nada que no concuerde con lo que mi Fuente es.
A la  persona promedio que tiene temores acerca del futuro, todo esto le sonará a  galimatías. Le pedirán a su amigo el conectador que dé un vistazo a la realidad  y que, de modo realista, compruebe en qué mundo vive. Pero los conectadores no  se desvían de su conocimiento interior. Te dirán, si te decides a escuchar, que  este es un universo de energía y atracción, y que la razón por la que tanta  gente vive vidas de temor y sufrimiento es porque dependen de su ego para el  cumplimiento del sus deseos. Es simple, te dirán. Reconéctate a tu Fuente, y sé  como tu Fuente, y tus intenciones encajarán perfectamente con la Fuente omniproveedora.
Para los  conectadores todo esto parece muy sencillo. Mantén tus pensamientos en lo que  tienes la intención de crear. Permanece sólidamente alineado con el campo de la  intención, y busca las pistas que te lleguen desde la Fuente omnicreadora. Para  un conectador, sencillamente los accidentes no existen. Perciben los sucesos  aparentemente insignificantes como si hubiesen sido orquestados en perfecta  armonía. Creen en la sincronicidad y no les sorprende que aparezca la persona  perfecta para una situación dada, o que alguien en quien hayan estado pensando  de pronto les llame, o que un libro les llegue de improviso en el correo  trayéndoles la información que necesitaban, o que aparezca misteriosamente el  dinero necesario para financiar un proyecto que han estado planeando.
Los  conectadores no intentarán convencerte de su punto de vista con argumentos.  Saben hacer algo mejor que poner un montón de energía en discutir o en ser  frustrado, porque eso atraería discusiones y frustraciones a sus vidas. Ellos  saben que saben, y no les seduce construir una fuerza opositora de resistencia  hacia la gente que vive de otra manera. Aceptan la idea de que los accidentes  no existen en un universo que tiene como Fuente una fuerza energética invisible  que continuamente crea y proporciona un suministro infinito a todo aquel que  quiera abastecerse de ella. Si les preguntas, te lo dirán simple y claro: “todo  lo que tienes que hacer para llamar al poder de la intención es permanecer en  perfecta alineación con la Fuente de todo, y yo he elegido permanecer tan  estrechamente alineado con la Fuente como me sea posible.”
Para los  conectadores, todo lo que aparece en su vida está ahí porque el poder de la  intención así lo planeó. Por eso siempre están agradecidos. Se sienten  agradecidos por todo, incluso por cosas que podrían parecer obstáculos. Tienen  la habilidad y el deseo de ver una enfermedad temporal como una bendición, y  saben en su corazón que, en alguna parte de ese revés, hay una oportunidad, que  es lo que buscan en todo lo que surge en sus vidas. A través de su  agradecimiento, honran todas las posibilidades, en lugar de pedir a su Fuente  las cosas, porque eso sería como dar poder a algo que ya ha desaparecido. Ellos  comulgan con la Fuente en un estado de reverente gratitud hacia todo lo que se  presenta en sus vidas, sabiendo que esto faculta a su intención para manifestar  precisamente lo que necesiten.
Extracto de “El Poder de la Intención" del Dr. Wayne Dyer
