El amor...
   

El amor...

La diferencia entre el amor y la pasión es sencilla. La pasión busca la felicidad en el otro, mientras que el amor busca la felicidad del otro. –Anónimo-

Los actuales seres humanos decimos que amamos, pero no sabemos todavía qué es eso exactamente. El egocentrismo de nuestro actual desarrollo evolutivo denota todavía un nivel narcisista en el que las relaciones tienden a desenvolverse de manera muy primaria. Todavía pensamos que el amor es un sentimiento de atracción por el que abrazamos tan sólo lo que nos satisface, y dejamos de amar cuando sentimos molestia, muy lejos del corazón nuclear y la esencia.

Mientras uno gana ese Amor in-causado, que más tiene que ver con la identidad profunda que con las maravillas de la persona que uno abraza, expresamos los patrones emocionales que aprendimos en la familia de nuestra infancia. El crecimiento personal del ser humano y el acceso a un nivel más elevado del apego, también llamado amor, pasa por la ampliación de consciencia y la superación de los patrones de dependencia. 

A veces, llamamos egoísta a la persona que vive exclusivamente interesada en ella, a una mente que gira, una y otra vez, alrededor de su propia y cerrada esfera. Nadie es culpable del nivel evolutivo en el que se encuentra, tal vez porque la vida es un camino en el que enfrentamos una lección tras otra. Toda una carrera en la que nos doctoramos en expansión de identidad y descentralización gradual de la persona. La experiencia de identidad “Yo” se amplía y pasa del cuerpo físico a la familia, de la familia a la sociedad, de la sociedad al mundo y del mundo al Universo. La vida es una llamada a la continua universalidad de nuestros intereses y a la ampliación del margen de tolerancia. La “diversidad” es la lección con la que se expande nuestro ego, en general, atrincherado en ideas exclusivas y prietas.
A menudo, sucede que hasta el sacrificio más grande que podamos hacer para favorecer a otra persona, en realidad, es porque en algún nivel sentimos una satisfacción compensatoria. 

A veces, nos motiva la imagen de benefactores que ofrecemos. Otras veces, se debe a la manipulación soterrada para lograr que se nos quiera. Muy pocos seres son los que han conquistado la pureza de corazón para moverse en apoyo al otro tan sólo por amor y compasión de manera altruista y desinteresada.

La capacidad de amor es consecuencia de un camino de profundidad y aprendizaje del alma. El hecho de propiciar el bien de alguien, sin ni siquiera acumular satisfacciones propias, es un logro evolutivo que todavía tiene más que ver con el milagro de la Gracia. El yo superficial e individual es lo que ahora tenemos. Es el equipaje del que se sirve la vida en este plano para ser expresada. Conforme vayamos avanzando en el Camino, disolviendo narcisismo y desprendiendo defensas y corazas, podremos decir “soy amor”.


Tal vez, en esa desnudez del alma, todos y ninguno, somos el objeto de nuestra más íntima mirada. El amor es un estado de conciencia en el que lo Profundo se abre y revela. Mientras tanto, nos contentamos con decir que seremos felices mientras alguien a quien decimos amar se comporte a la medida de nuestras complacencias. Porque, desgraciadamente, cuando éste no satisface nuestras ocultas necesidades y hace aquello que no nos gusta y nos altera, se olvidan los caminos cálidamente recorridos y nacemos a la separación y a la sordera del alma.

Corazón abierto. En realidad, ¿quién eres? 
Infinitud, océano de conciencia.

Extracto de Inteligencia del Alma de José María Doria