Amar a los demás...
   

Amar a los demás...

Solo al conocerse uno puede amarse, y solo cuando uno se ama puede amar a los demás, entonces se te abren todas las puertas, entonces eres rico, intelectual, espiritual y, por añadidura, materialmente, si es que quieres tener cosas que cuidar, que no es mi caso, que prefiero no tener cosas para ser más libre.

Escribo, dibujo y canto porque estoy contento, y esta alegría me lleva por el mundo, es decir soy un aristócrata que en lugar de castillos tiene continentes, y mantengo un perfil bajo porque no me gusta que me molesten y, al no tener ideología, crezco en todas direcciones (patria es la tierra del padre, por eso, por mi padre, mi patria es el mundo), me enriquezco con Goethe y con los mayas, con Gurdjieff y con los Shados que meditan al costado del sagrado Ganges.

Uno no es ni bueno ni malo si recuerda la totalidad, es decir a Dios, uno no es primero ni último si recuerda a Dios, uno no es rico ni pobre si recuerda a Dios, el generoso Dios que siempre nos da una nueva oportunidad, por eso podemos salir en cualquier dirección en cualquier momento (del otro lado me encuentro con la abuela, que está en la casa que ya no existe de este lado, rodeada por las gallinas que nos comimos antes que muriera).

Desconfío de la suerte, y más cuando es mucha (a Mussolini lo descuartizaron los que antes lo encumbraron, lo mataron los que lo aclamaron, ya sé que el que fácilmente halaga fácilmente insultara).

Tengo algo en común con el oso: el salmón, al que muchas veces vi saltar en las aguas y ayer me comí en el avión, antes del queso Francis (las palomas me confirman que no hay migajas, todo es pan).

Ahora hay hoteles en lugar de parientes, ahora los libros tienen más importancia porque son los únicos que me acompañan constantemente, son mi verdadera pareja, con ellos disfruto y planeo.

Los barcos pasan al costado de la cafetera del hotel de Miami, el cielo está lleno de aviones y las autopistas de automóviles, todo es tan grande como vacío, todo crece constantemente menos los cubanos que están condenados por la mala memoria (la que recuerda solo lo que le duele) a Fidel Castro, al que su odio ha convertido en un gigante (solo se distraen de ir para hablar de dinero).

En Estados Unidos te tratan como a un niño, es más, como a un idiota porque te marcan todo, hasta fumar es un delito federal, ellos, que pudrieron al mundo, por eso es un alivio, después del concierto en el Jackie Gleason Theatre, de Miami, volver a México, exactamente al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey (uno de los mejores del mundo) a dar un concierto (aquí estuvieron dando conferencias Isabel Allende, Carlos Fuentes, Vargas Llosa, García Márquez).


Con tal de no estar solos están con cualquiera, y mas hoy, domingo, cuando el aburrimiento llega a su punto más alto, por eso, desesperados, se juntan en grupos, generalmente familiares, en los campos de recreo, en los clubes y en los hoteles, alteran todo, rompen la tranquilidad y el silencio con sus tonterías de siempre, hablando de las mismas cosas mientras engordan y engordan, como un auto castigo inconsciente, como un suicidio inconsciente. Lo ocupan todo con su nada (ya amargaron a sus casas, ahora salen a amargar los hoteles donde se refugian los pocos individuos que buscan la soledad para reflexionar, para alivianarse, para volar, hartos de arrastrarse en la pobrísima vida social, que es un torpe ensayo de la muerte), y cuando el aburrimiento se hace insoportable, cuando ya no tienen de que hablar ni que compartir, tienen un hijo mas (las señoras me sonríen de reojo, están hartas de estar con el que están, no pueden disimular las ganas, al sexo no lo pudieron debilitar del todo los parientes y las estúpidas obligaciones sociales).

Facundo Cabral