¿Por qué no confío en ti? parte 2/2 Por Osho
   

¿Por qué no confío en ti? parte 2/2 Por Osho

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Hace unos días, leí lo siguiente: tres médicos, viejos amigos, se encontraron cuando estaban de vacaciones. En la playa, al sol, se pusieron a fanfarronear. Uno dijo: 

—Me trajeron a un hombre que había perdido las dos piernas en la guerra. Le puse piernas artificiales, y fue un milagro. ¡Es uno de los mejores corredores del mundo! Tiene muchas posibilidades de ganar en los próximos Juegos Olímpicos. 

Otro dijo: 
—Eso no es nada. A mí me trajeron a una mujer que se había caído del trigésimo piso de un edificio, y le quedó la cara completamente destrozada. Hice un trabajo excelente de cirugía estética. Y el otro día me enteré por la prensa de que es Miss Universo. 

El tercer médico era un hombre modesto. Los otros dos le miraron y preguntaron: 
—¿Qué has hecho últimamente? ¿Alguna novedad? 

Respondió: 

—Nada especial... y además, no se me permite hablar sobre ello. 

A sus dos colegas les picó la curiosidad e insistieron: 

—Pero somos amigos; guardaremos el secreto. No te preocupes, que no trascenderá. 
Así que dijo: 

—Vale. Si me lo prometéis... Me trajeron a un hombre que se había quedado sin cabeza en un accidente de tráfico. Yo no sabía qué hacer. Salí al jardín para pensar, y me encontré una col. Como no vi nada más, le puse al hombre la col en el lugar de la cabeza. ¿Y sabéis qué? Pues que ese hombre es ahora el presidente de Estados Unidos. 

Se puede destruir a un niño, pero de todos modos puede llegar a presidente de Estados Unidos. No existe ninguna imposibilidad inherente de triunfar sin inteligencia. Aún más: resulta más difícil triunfar con inteligencia, porque la persona inteligente tiene inventiva. Siempre se adelanta a su tiempo, y se tarda tiempo en comprenderla.


Se entiende con facilidad a la persona no inteligente. Encaja en la gestalt de la sociedad, que tiene sus valores y criterios para juzgarla. Pero la sociedad tarda años en valorar a un genio. 

No digo que una persona sin inteligencia no pueda alcanzar el éxito o la fama, pero seguirá siendo falsa. Y eso es lo triste: que puedes hacerte famoso, pero si eres falso, también serás desgraciado, no conocerás las bendiciones que te puede deparar la vida, nunca las conocerás. No tienes suficiente inteligencia como para saberlo. Nunca verás la belleza de la existencia, porque no tienes sensibilidad para conocerla. Nunca verás el auténtico milagro que te rodea, que se cruza en tu camino de millones de formas distintas cada día. Nunca lo verás, porque para verlo necesitas una enorme capacidad de comprender, de sentir, de ser.

Esta sociedad está dominada por el poder. Es una sociedad completamente primitiva, bárbara. Unos cuantos —políticos, sacerdotes, catedráticos— dominan a millones. Y esta sociedad está dirigida de tal manera que a ningún niño se le permite ser inteligente. Es pura casualidad que de vez en cuando aparezca un Buda en la tierra, pura casualidad. De vez en cuando, alguien escapa de las garras de la sociedad. De vez en cuando, una persona no es envenenada por la sociedad. Tiene que deberse a un error, a un fallo de la sociedad, porque normalmente la sociedad logra destruir tus raíces, la confianza en ti mismo. Y cuando eso ocurre, ya no podrás confiar en nadie.

Cuando eres incapaz de quererte a ti mismo, nunca podrás querer a nadie. Es una verdad absoluta, sin excepciones. Solo podrás querer a otros si puedes quererte a ti mismo. Solo quieres a los demás si eres capaz de quererte a ti mismo. Pero esto lo condena la sociedad. Dice que es puro egoísmo, narcisismo.

Sí, quererse a sí mismo puede llegar a ser narcisismo, pero no necesariamente. Será narcisismo si no va más allá, si se queda confinado en uno mismo. En otro caso, quererse a sí mismo significa el comienzo de querer a otros.

Tarde o temprano, una persona que se quiere a sí misma empezará a desbordar de amor. Una persona que confía en sí misma no puede desconfiar de nadie, ni siquiera de quienes la van a engañar, ni de quienes ya la han engañado. No puede desconfiar de ellos, porque sabe que la confianza vale más que ninguna otra cosa.

Puedes engañar a una persona, ¿pero con qué? Puedes quitarle dinero o cualquier cosa, pero quien conoce la belleza de la confianza no se molesta por tales pequeñeces. Seguirá queriéndote, confiando en ti. Y entonces ocurre un milagro: si alguien confía realmente en ti, es imposible que lo engañes, prácticamente imposible.

Ocurre todos los días. Siempre que te fías de alguien es imposible que te engañe, que te defraude. Estás en un andén de ferrocarril, no conoces a la persona que está sentada a tu lado —no la conoces de nada— y le dices: «¿Puede echar un vistazo a mi maleta? Es que tengo que comprar un billete. Por favor, échele un vistazo.»

Y te vas. Confías en alguien que no conoces en absoluto. Pero casi nunca te decepciona. Podría haberte decepcionado y engañado si no hubieras confiado en él.

La confianza encierra su magia. ¿Cómo puede engañarte alguien en quien has confiado? ¿Cómo puede llegar tan bajo? Si te engaña, jamás se perdonará a sí mismo.

En la conciencia humana existe una cualidad intrínseca, de confianza mutua. A todo el mundo le gusta que confíen en él. Supone el respeto de la otra persona, y cuando se trata de un desconocido, aún más. No existe razón alguna para confiar en un desconocido, y sin embargo, lo haces. Lo elevas a un pedestal tan alto, lo valoras tanto que le resulta casi imposible caer desde tales alturas. Y si cae, nunca podrá perdonárselo, tendrá que llevar la carga de la culpa toda la vida.


Una persona que confía en sí misma llega a conocer su belleza, a saber que cuanto mayor la confianza, más brilla, más tranquila y relajada se siente, más serena y en calma. Y es tan hermoso que empieza a confiar en más gente, ya que, cuanto más confía, más profunda es la calma, la tranquilidad, que llega a lo más profundo de su ser. Y cuanto más confía, más se eleva. La persona que confía conocerá, tarde o temprano, la lógica de la confianza. Y un día confiará en lo que no conoce. 

Empezar a confiar en sí mismo: esa es la primera lección, la lección fundamental. Empezar a amarse a sí mismo. Si no te quieres tú, ¿quién va a quererte? Pero recuerda, que si solo te quieres a ti mismo, será un amor muy pobre. 

Hillel, un gran místico judío, dice: «Si no eres para ti mismo, ¿quién será para ti?» Y: «Si solo eres para ti mismo, ¿qué significa do puede tener tu vida?» Una frase tremendamente importante. Recuerda: quiérete a ti mismo, porque si no, nadie podrá quererte. 

No se puede querer a alguien que se odia a sí mismo. Y en este desdichado mundo, casi todos se detestan y se desprecian a sí mismos. ¿ Cómo puedes querer a alguien que se autocensura? No te creerá. Si no se quiere a sí mismo, ¿cómo te atreves tú? Si no puede quererse a sí mismo, ¿cómo puedes tú? Sospechará que se trata de un juego, de un truco, que vas a engañarlo en nombre del amor. Actuará con cautela, y sus sospechas envenenarán tu ser. Si quieres a una persona que se odia a sí misma, intentas destruir el concepto que tiene de sí misma, y nadie abandona fácilmente ese concepto, el de su identidad. Luchará contigo, te demostrará que tiene razón y que tú te equivocas. 

Eso es lo que ocurre en todas las relaciones amorosas, en las así llamadas relaciones amorosas. Ocurre entre esposo y esposa, entre el amante y el amado, entre el hombre y la mujer. ¿Cómo puedes destruir el concepto que tiene el otro de sí mismo? Es su identidad, su ego, como se conoce a sí mismo. Si se lo quitas, no sabrá quién es. Es demasiado arriesgado; no puede renunciar a ese concepto tan fácilmente. Te demostrará que no merece el amor, sino el odio. Y lo mismo puede aplicarse a ti. Tú también te odias y no puedes permitir que nadie te quiera. Cuando se aproxima alguien con una energía de amor, te asustas, deseas huir, tienes miedo. Sabes perfectamente que no mereces amor, sabes que solo en la superficie pareces tan bueno, tan bello, y que en el fondo eres feo. Y si permites a esa persona que te quiera, tarde o temprano —más bien temprano— se enterará de cómo eres realmente.



¿Cuánto tiempo podrás fingir con una persona con quien tienes que vivir enamorado? Puedes fingir en la calle, en un bar: sonrisas, todo sonrisas. Puedes actuar y representar un papel magníficamente. Pero si vives con una mujer o un hombre veinticuatro horas al día, te cansarás de sonreír sin parar. Tanta sonrisa te cansa, porque es falsa. Es un simple ejercicio de los labios, y los labios se cansan. ¿Cómo puedes seguir siendo encantador? Tu amargura saldrá a la superficie. Cuando acabe la luna de miel, todo habrá acabado. Ambos conoceréis la realidad de cada uno, la falsedad de cada uno. 

Se tiene miedo a la intimidad. La intimidad significa dejar a un lado el papel que representas. Y tú sabes quién eres. Una basura sin valor alguno: eso te han dicho desde el principio, tus padres, tus profesores, tus políticos, todos te lo han dicho. Nadie te ha aceptado jamás. Nadie te ha transmitido la sensación de ser querido y respetado, de que te necesitan, de que esta existencia te echará en falta, que esta existencia no será lo mismo, que sin ti se abrirá un agujero. Sin ti, este universo perderá poesía, belleza: faltará una canción, una nota, habrá un vacío, y eso no te lo ha dicho nadie. 

Y en eso consiste mi trabajo: en destruir la desconfianza en ti mismo que te han creado, destruir la censura que te han impuesto, despojarte de ellas y proporcionarte la sensación de que eres amado y respetado, amado por la existencia. Dios te ha creado porque te amaba, tanto que no pudo resistir la tentación de crearte. 

Cuando un pintor pinta, lo hace porque ama. Vincent van Gogh pintó continuamente el sol, durante toda su vida, el sol que tanto amaba. En realidad, fue el sol lo que le volvió loco. Se pasó un año entero pintando bajo el sol ardiente. Su vida giró alrededor del sol. Y el día en que se sintió satisfecho, al haber pintado el cuadro que siempre había querido pintar — y para llegar a eso había pintado muchos otros, pero no se sentía satisfecho—, el día en que al fin pudo decir: «Sí, esto es lo que quería pintar», se suicidó. Dijo: «Mi obra está hecha. He hecho lo que tenía que hacer. Mi destino se ha cumplido, y seguir viviendo es absurdo.» 

¿Dedicó toda la vida a un cuadro concreto? Debía de estar locamente enamorado del sol. Lo contempló tanto tiempo que le destruyó, sus ojos, su vista, y le enloqueció. 

Cuando un poeta compone una canción es porque la ama. Dios te ha pintado, te ha cantado, te ha bailado. ¡Dios te ama! Si la palabra Dios no significa nada para ti, no te preocupes; llámalo existencia, el todo. La existencia te ama, porque si no, no estarías aquí. 

Relájate en tu ser; estás arropado por el todo. Por eso, el todo sigue respirando, latiendo en ti. En cuanto empieces a sentir el enorme respeto, amor y confianza del todo, empezarán a crecer las raíces en tu ser. Confiarás en ti mismo. Y solo entonces podrás confiar en mí, en tus amigos, tus hijos, tu marido, tu mujer. Solo entonces podrás confiar en los árboles, los animales, la luna, las estrellas. Entonces, vivirás sencillamente con confianza. Ya no se trata de confiar en esto o en aquello; sencillamente, confiarás. Y confiar equivale a ser religioso. En eso consiste el sannyas. El sannyas consiste en deshacer todo lo que ha hecho la sociedad. No es casualidad que los sacerdotes estén en mi contra, y los políticos, y los padres, todo el sistema; no es casualidad. Comprendo perfectamente su lógica. Yo intento deshacer lo que ellos han hecho. Yo saboteo la estructura misma de esta sociedad esclavista. 

Mi objetivo consiste en crear rebeldes, y el comienzo del rebelde es confiar en sí mismo. Si puedo ayudarte a que confíes en ti mismo, te he ayudado. No se necesita nada más; todo lo demás sigue por sí mismo.


Extracto del libro: Intimidad: La confianza en uno mismo y en el otro 
Título original: Intimacy: Trusting Oneself and the Otber de Osho