Hace muchos años en la China milenaria nació Wang, un muchachito que desde pequeño tenía un sólo deseo: VOLAR. Siempre buscaba quien le enseñara a hacerlo y no podía encontrar un maestro. Llegado a la juventud pidió la autorización de su padre para salir de la comarca y buscarlo. Y así fue como Wang comenzó a buscarlo infructuosamente por valles, llanuras, desiertos y montañas.
Una noche de Año Nuevo, un señor muy inescrupuloso llamado Zeng escuchaba en el almacén de su aldea el deseo de Wang. Entonces lo llamó y le dijo:
- ¿Cómo te llamas muchacho?
- Wang, señor.
- Wang, escúchame: si tú me sirves fielmente durante 20 años, vencido ese lapso yo te enseñaré a volar.
Wang aceptó y partió a casa de Zeng feliz de haber encontrado a su "maestro".
A los 10 años de servirle devotamente, la noche de Año Nuevo Wang le pidió a Zeng si podía empezar a prepararlo. Zeng contestó que no, que aún faltaban 10 años.
Transcurrió el tiempo y la noche de Año Nuevo en que se cumplió el plazo, feliz y emocionado Wang se presentó ante su señor y le dijo:
- Señor, te he servido con fidelidad, devoción y constancia; ¿me puedes enseñar a volar?
Zeng, que no tenía la menor idea de cómo se volaba, le dijo:
- ¿Ves ese altísimo pino, Wang? ¡Súbete a él, extiende tus brazos y vuela! Tú podrás hacerlo.
Wang ágilmente subió al pino y cuando llegó a su copa vio la aldea con sus farolas encendidas celebrando el Año Nuevo y los dragones multicolores que danzaban en el festejo.
Zeng cerró los ojos para no verle caer despedazado en el suelo.
Pero, Wang desplegó sus brazos y voló.
• No importa que haya leyes internas o externas que restrinjan la libertad.
• No importa que un maestro no sea maestro.
• Importan los sueños y la constancia que les dedicamos. Importan las acciones para conseguirlos.
• Importan el crédito, la confianza y la convicción que ofrendamos y consagramos a construir un futuro de sueños, deseos y anhelos.
• Siempre lo posible es mucho más rico y abundante que lo real.
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